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Alfred Jules Ayer, el gran referente del positivismo lógico. (Publicado en Infobae 27/6/2019)

04.05.2020 - Cultura

Se cumplen tres décadas de la muerte del filósofo británico Alfred Jules Ayer, quien a los 26 años revolucionó el escenario académico inglés tras publicar Lenguaje, Verdad y Lógica, ensayo en el que sistematizó su experiencia vivida en Austria en 1933, junto a los principales referentes del prestigioso Círculo de Viena, arquitectos e ideólogos de la escuela del positivismo lógico que rechazaba la metafísica y pregonaba el acercamiento entre la filosofía y las ciencias.

Formado en sus años escolares en Eaton y luego en el Christ Church College de la Universidad de Oxford, Freddie, tal como se lo conocía en esos ámbitos, se codeó con personajes que protagonizaron históricos sucesos a lo largo del siglo XX. Su suegro, el coronel Thomas Orde-Lees, precursor del paracaidismo militar británico, integró la expedición antártica liderada por Ernest Shackleton, en 1914, cuya tripulación a bordo del Endurance quedó atrapada en los hielos del Mar de Weddell, y fue finalmente rescatada por un buque chileno después de una heroica travesía planificada por Shackleton en un pequeño bote de seis metros de eslora.

Durante su paso por Oxford, primero, y a partir de 1946 por la Universidad de Londres, Ayer conoció y mantuvo una estrecha amistad con figuras académicas de la talla de Bertrand Russell (quien varias décadas después sería el padrino de su hijo Nicholas), George Orwell, Ludwig Wittgenstein, Isaiah Berlin, Karl Popper. Su vasta cultura literaria lo llevó también a intimar con los poetas más aclamados de la primera mitad del siglo pasado, como T. S. Eliot, Stephen Spender, Evelyn Waugh y el norteamericano E. E. Cummings.

En la primera parte de su autobiografía, Parte de mi vida, publicada en 1977, Freddie relata sus actividades durante la Segunda Guerra Mundial a las órdenes de William Stephenson como oficial de inteligencia de la Coordinación de Seguridad Británica (B.S.C.), cuya sede funcionó de manera encubierta entre 1941 y 1944 en los últimos pisos del Rockefeller Center de la ciudad de Nueva York. Stephenson fue íntimo amigo y vecino en Jamaica de Ian Fleming, oficial de la inteligencia naval inglesa y creador de las novelas de James Bond.

La publicación de sus memorias le trajo a Ayer algunos problemas con el gobierno británico de entonces por ventilar las actividades secretas de Stephenson, enviado personalmente por Winston Churchill, en 1941, para presionar al gobierno de Franklin Roosevelt con el objetivo de lograr el apoyo militar y financiero de los Estados Unidos contra el régimen nazi. Freddie era el encargado de analizar la influencia política del gobierno alemán sobre varios países de América del Sur y, en tal sentido, según cuenta en su autobiografía, estuvo a punto de realizar una misión secreta a la Argentina, en 1942, pero fue cancelada a último momento. En la segunda parte de su autobiografía, Ayer escribe sobre su rechazo para participar en una conferencia en Buenos Aires por considerar antidemocrático al entonces presidente argentino Juan Domingo Perón.

Otras conocidas figuras públicas que trabajaron junto a él en la inteligencia militar fueron el novelista Roald Dahl, el banquero Guy Rothschild y el historiador Hugh Trevor Roper, enviado por Churchill a Berlín para realizar un informe oficial sobre la muerte de Adolf Hitler, que en 1983 sufriría un gran golpe a su prestigio académico cuando dio por válidos los falsos diarios personales del dictador nazi que publicara la revista alemana Stern.

En 1954, un año después de la muerte de Stalin, Ayer visitó la Unión Soviética, curioso por analizar el estilo de vida de la sociedad rusa (también visitaría China en esos días, invitado por el gobierno de Mao para analizar la sanción de la flamante Constitución). El escritor Martin Amis señala en su libro Koba el temible, obra en la que profundiza sobre la brutal dictadura de Stalin, un episodio protagonizado por su padre, el novelista Kingsley y Freddie Ayer, ambos cercanos amigos que mantenían virulentas esgrimas políticas como esta que destaca Martin en su ensayo:

"A mediados de los años sesenta estuve presente en cientos de conversaciones como la que sigue:

—Por lo menos en la Unión Soviética están forjando algo positivo. (Kingsley)

—¿Qué importa lo que estén forjando? Han matado ya a cinco millones de personas. (Ayer)

—No haces más que hablar de los cinco millones. (Kingsley)

—Si te aburren esos cinco millones, estoy seguro de que te puedo encontrar otros cinco. (Ayer)".

Bernard Williams, H. L Hart y Stuart Hampshire, tres de los más importantes representantes de la filosofía jurídica inglesa entre 1960 y 1980, fueron también grandes amigos de Ayer. Los tres ejercieron una gran influencia en la formación del jurista argentino Carlos Nino, quien junto a Eduardo Rabossi y Martín Diego Farrell, entre otros, desarrollaron una gran tarea de difusión del positivismo lógico y la filosofía analítica en las cátedras de la Universidad de Buenos Aires que habían sido cooptadas durante el proceso militar por los sostenedores del derecho natural basado en las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino.

A pesar de codearse con los más conspicuos actores del establishment cultural y político inglés y ser miembro de la Academia Británica, Ayer mantuvo ideas progresistas a lo largo de toda su vida. Simpatizante del Partido Laborista, fue un duro crítico de la ex premier Margaret Thatcher, especialmente por los recortes presupuestarios que la Dama de Hierro aplicó a las universidades. Cultor de un ateísmo militante, Freddie protagonizó memorables debates televisivos en la BBC con el teólogo jesuita Frederick Copleston.

Su estilo de escritura sobre temas de profunda abstracción era claro y directo, y esto se tradujo en la gran cantidad de reportajes y conferencias que brindó para difundir su obra filosófica, principalmente vinculada a la teoría del conocimiento. También fue autor de excelentes biografías como la de los pensadores David Hume, Voltaire y Thomas Paine. Integró además media docena de sociedades académicas y culturales, y fue un precursor en la defensa de la igualdad del movimiento homosexual en la década del 60.

Como fue uno de los filósofos más respetados de Inglaterra durante más de medio siglo, su vida sentimental llegaba periódicamente a la prensa por sus romances con figuras públicas como la actriz norteamericana Laureen Bacall y la famosa periodista de espectáculos Sheila Graham. Ethel Kennedy, esposa de Bobby, lo invitó especialmente a su casa para debatir sobre la existencia de Dios, aunque el encuentro no habría terminado de la mejor manera.

Casado en dos oportunidades con la periodista y escritora Dee Wells, también contrajo matrimonio con Vanesa Lawson, ex pareja del secretario de Finanzas de Margaret Thatcher y madre de la famosa chef y escritora Nigella Lawson. Tras el divorcio con Renee Lees, su primera esposa, esta se casó años después con su gran amigo, el filósofo Stuart Hampshire. Ben Rogers, autor de la biografía más completa sobre Ayer, sostiene haber "certificado" 23 parejas del filósofo que todos los domingos acudía a la cancha de fútbol para mostrar su fanatismo por el Tottenham Hotspur.

Una de las situaciones más difíciles de su vida se produjo cuando tenía 77 años, pocos meses antes de su muerte, durante una fiesta celebrada en la residencia de un famoso diseñador español. Ayer entró por error a una habitación creyendo que era el baño de la residencia y se encontró a la modelo Naomi Campbell forcejeando nada menos que con Mike Tyson, a quien intimó para que deje de acosar a la joven modelo. Se produjo entonces el siguiente diálogo: "Soy el campeón mundial de los pesos pesados" gritó Tyson, a lo que Ayer contestó: "Y yo soy el profesor de Lógica de Wykeham. Ambos somos notables personalidades en nuestra actividad, por lo tanto podemos hablar como hombres racionales". En medio de la discusión Campbell salió corriendo de la habitación y los dos personajes continuaron dialogando un largo rato durante la velada.

En la última entrevista que brindó antes de su muerte por una infección pulmonar Ayer fue muy crítico de la obra del alemán Martin Heidegger y de los filósofos posmodernistas franceses encabezados por Jacques Derrida, que estaban de moda por entonces. Los acusaba de elaborar palabreríos sin sentido y de ser oscuros en sus teorías. Él mismo sostuvo varias décadas después de su publicación que gran parte de la teoría que había desarrollado en su ensayo de 1936 estaba equivocada. Tal vez sea este su mayor legado como filósofo, escribir claro y tener un gran sentido de la autocrítica, dos virtudes que no abundan en el mundo de los intelectuales.


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