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Las verdades de Sciascia

28.09.2017 - Cultura

Leonardo Sciascia nació en 1921 en la localidad sicialiana de Racalmuto, en la provincia de Agrigento. La región, que posee el conjunto de templos griegos mejor conservado del mundo, mantuvo su esplendor hasta el año 406 antes de Cristo cuando los cartagineses sitiaron y saquearon la ciudad.

En su juventud estudió Magisterio en la localidad de Caltanissetta (también de Sicilia), adonde se había trasladado con sus padres, pudiendo continuar sus estudios en una escuela superior (de la que carecía Racalmuto). Se dedicó después a la enseñanza escolar en la posguerra hasta el año 1957.

Según sus propias palabras, su pasión por la literatura comenzó “desde el momento en que aprendí a leer; creo haber leído –entre los ocho y los catorce años– todo el papel impreso que caía en mis manos. No era mucho: no más de trescientos libros en total, del entorno de mi familia". Publicó su primer libro en 1956 con el título “Las parroquias de Regalpetra”, una narración neorrealista, de carácter autobiográfico ambientada en un pueblo siciliano, que la mayoría de la crítica identificó a la sombra de Racalmuto.

En 1955 comenzó una vasta actividad como columnista en diversos medios de prensa regionales hasta 1968. Al año siguiente trasciende a los medios de comunicación nacionales cuando su firma aparece en el Corriere della Sera. A pesar de mantener agudas diferencias con los directivos del periódico, mantuvo sus columnas, pero también comenzó a publicar en La Stampa. A fines de la década del ´70 realizó colaboraciones periodísticas en revistas y semanarios como Panorama, Epoca y L´Espresso.

Sciascia tuvo a lo largo de su vida una concepción muy particular sobre la esencia de la prensa escrita. “La lectura de los periódicos me suscita pensamientos sombríos. Pensamientos sombríos sobre los propios periódicos, sobre el periodismo. Los periódicos se me plantan delante como un telón, mejor dicho, como un rompimiento, porque te dejan ver algo de lo que se mueve al otro lado, los objetos que están allí, la escena que se prepara. Sólo que se precisa un ojo habituado, un ojo entrenado. No basta que sea agudo. Necesita una destreza y una experiencia que no posee todo el mundo”. Fue muy despectivo, en cambio, respecto a la televisión, a la que consideraba una distracción para embrutecer a la gente.

Trazó una aguda descripción del perfil socio-económico de Sicilia. A pesar de que “podía beneficiarse de un tipo de desarrollo basado en la agricultura y el turismo, se escogió una segunda vía; la de la industrialización a ultranza, que no resolvió nada por que  empleó únicamente a una pequeña cantidad de mano de obra y desequilibró zonas enteras de la isla, sembrando por donde quiera que pasara el desorden y la contaminación. La mafia se insertó de manera completamente natural en el proceso de desarrollo industrial, convirtiéndose de nuevo en empresario, gestor, revendedor, intermediario y agente de reclutamiento. Y en cada una de estas actividades tuvo la habilidad de extraer diezmos, impuestos y porcentajes, acabando por constituir una clase en sí y por justificar la tesis de Eric Hobsbawm: la mafia –él dice- es <una es especie de burguesía>, representa incluso la única posible burguesía en Sicilia.”

Su incursión en la política fue de corta duración. Ocupó dos cargos legislativos (el último como integrante de la Comisión Investigadora del Caso Moro). “Fui elegido concejal del Ayuntamiento de Palermo, como independiente, en las listas del Partido Comunista. Al cabo de año y medio dimití. En Sicilia, el Partido Comunista ha representado la única oposición. El comunismo tiene un destino estaliniano absolutamente irredimible. Stalin ha marcado para siempre al Partido Comunista. No hay salida. Todas las declaraciones de democracia que puedan hacer no tienen ningún valor. El Partido Comunista nunca puede tener el sentido de la libertad. Es una carroña que infecta las mentes de la gente que no puede pensar por cuenta propia.”

En 1978, refiriéndose a su libro “El caso Moro”, afirma que “no todos lo entienden, y no todos quieren entenderlo. Es, ante todo, un libro religioso. El centro del libro lo constituye un sentimiento de piedad hacia ese hombre solo, traicionado, considerado loco por sus propios amigos; por ese “gran estadista” que de repente ya no era un gran estadista”.

Más adelante, en una entrevista dio su versión política del asunto. “El caso Moro viene de una negación del Estado. Se ha querido afirmar contra Moro la existencia del Estado y en realidad era la negación. Un Estado que permite que se pueda secuestrar al presidente del partido político más importante: un Estado que en 55 días no consigue encontrarlo más que muerto, y aún porque se les ha indicado el sitio; un Estado que no consigue proteger a ningún ciudadano... Un Estado así no tiene derecho de afirmar la razón de Estado y de no negociar. La vida del ciudadano inocente está por encima de todo y hay que negociar.”

En una profecía realizada a fines de los ´70, Sciascia destaca la importancia y el poder de la información. “Los Estados modernos son máquinas. No creo que puedan tener espacio para la piedad. Todo es máquina. Mañana estaremos gobernados por las máquinas. Se dice que quién tenga más información será el dueño del mundo y la información no tiene nada que ver con el sentimiento. La vida es una cosa fluida, continua, que cambia. Pero las máquinas no entienden de cambios, las máquinas no entienden de mutaciones de sentimientos.”

Un estrecho amigo de Sciascia, el escritor mexicano Federico Campbell, señala sobre las características literarias del autor sicialiano: “Probablemente Sciascia es quien en los últimos años ha llevado a la novela policiaca <abierta> hasta sus últimas consecuencias formales y de contenido -aspectos que, ya se sabe, son uno y el mismo- porque ratifica en cada uno de sus libros, incluso en aquellos de raigambre histórica y biográfica, que se ve de pronto interpretando al mundo de manera policiaca, anteponiendo la duda cartesiana, la duda policiaca, desconfiando de todo, poniéndolo todo en entredicho. Ha conseguido a partir del esquema de la novela policiaca convencional construir un problema y dejarlo sin solución (para ser más realista), elaborar una meditación – indirecta, implícita, con la riqueza de la ambigüedad propia del lenguaje novelesco- sobre el poder invisible, el mismo que presintió Kafka en “El proceso.”

Sciascia murió el 20 de noviembre de 1989 en la ciudad italiana de Palermo.

Sus principales libros, algunos de los cuales fueron llevados al cine, son:

A cada cual, lo suyo; Los apuñaladores; La bruja y el capitán; El caballero y la muerte; Cándido o un sueño siciliano; El caso Moro; El Consejo de Egipto; El contexto; El día de la lechuza; Una historia sencilla; Horas de España; La desaparición de Majorana; El mar color de vino; 1912+1; Puertas abiertas; El teatro de la memoria; Los tíos de Sicilia; Todo modo.

 

 


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