Thomas Robert Malthus fue un filósofo y sacerdote anglicano inglés nacido en Surrey en el año 1766. Su padre, un estrecho amigo del filósofo francés Jean-Jacques Rousseau, lo educó siguiendo los preceptos pedagógicos de este último, a quien había conocido personalmente en 1766 por intermedio de otro notable pensador, el filósofo escocés David Hume.
En 1806 se convirtió en el primer profesor de la cátedra de Economía Política de su país en la East India College, una escuela privada dirigida a la formación de funcionarios británicos para la administración colonial en la India.
En 1819, fue elegido miembro de la Royal Society y dos años más tarde se convirtió en miembro del Club de Política Económica, entre cuyos miembros se contaban David Ricardo y James Stuart Mill. En 1834 Malthus fue también uno de los cofundadores de la Sociedad Estadística de Londres.
Caracterizado por su visión ideológica y social conservadora, Malthus fue un agudo crítico de los principios políticos que sustentaron a la Revolución Francesa y, a pesar de su pasión por el estudio y la investigación académica, combatió toda su vida a las figuras más destacadas de la llamada Era de la Ilustración.
En su obra más famosa, Ensayo sobre el principio de la población (cuya primera edición publicara en forma anónima en 1798, en pleno auge de la Revolución Industrial), sostuvo que mientras que la población crece de acuerdo a los términos de una progresión geométrica (1, 2, 4, 8), la producción de alimentos lo hace según los de una progresión aritmética (1, 2, 3, 4). O sea que la población tiende a crecer más allá de los medios que puede procurar para su subsistencia, y que su exceso sería eventualmente disminuido por el hambre, las epidemias y las guerras.
De acuerdo a Malthus, “la felicidad de un país no depende en absoluto de su pobreza o de su riqueza, de su juventud o de su edad, de si está casi deshabitado o completamente habitado, sino de la rapidez con que crece, en la medida en que el aumento anual de alimentos se acerque al aumento anual de una población sin restricciones”.
El libro estaba dirigido especialmente contra los más destacados teóricos del progreso de esa época: William Godwin y Jean M. Condorcet, y también contra la idea de la perfectibilidad humana ilimitada.
Desde 1803 (cuando Malthus firma la obra) hasta 1830, aparecieron otras seis ediciones del Ensayo, considerablemente más voluminosas y con más material empírico que la primera. A partir de la segunda edición Malthus utilizó más datos empíricos, buscando ofrecer una visión más positiva del futuro y explorando cuáles podrían ser los controles alternativos a la población.
En este sentido argumentó en favor del control de la población mediante la abstención sexual y los matrimonios tardíos, ambas en comunión con las costumbres morales represivas que tenían lugar en la sociedad británica de esa época.
Convencido de que los supuestos sistemas igualitarios fomentaban la desigualdad a largo plazo, el filósofo inglés estuvo en contra de la ayuda a los pobres porque esta aumentaría el precio de los medios de subsistencia y disminuiría el “precio real del trabajo”.
Acusado de elitista y retrógrado, Malthus escribió que “en un intento por mejorar la condición de las clases bajas de la sociedad, nuestro objetivo debería ser elevar este estándar lo más alto posible, cultivando un espíritu de independencia, un orgullo decente y un gusto por la limpieza y la comodidad entre los pobres. Estos hábitos serían mejor inculcados por un sistema de educación general y, cuando se fijaran firmemente, serían los medios más poderosos para evitar su matrimonio con la posibilidad de verse obligados a perder tales ventajas; y en consecuencia los acercaría a las clases medias de la sociedad”.
Pero su matriz de pensamiento conservadora no le impidió oponerse al trabajo infantil y a establecer un límite a la jornada laboral, además de manifestarse a favor de la educación pública y de la atención médica gratuita.
Karl Marx afirmó que la obra de Malthus fue muy bien recibida por la burguesía británica en respuesta a la Revolución Francesa y a los postulados de la Ilustración sobre el progreso indefinido.
Por su parte el gran crítico del marxismo, el filósofo austríaco Karl Popper expresó que “Darwin estuvo influido por Malthus, quien intentó demostrar que el aumento de la población unido a la escasez de alimentos daría lugar a una competencia cruel, a la selección de los más fuertes y a la cruel aniquilación de los no tan fuertes”. El autor del monumental ensayo “La sociedad abierta y sus enemigos”, concluye que, según Malthus, “incluso los más fuertes están sometidos a presión por la competencia y se ven forzados a aplicar todas sus energías.”
En el año 1968, en pleno auge de la contracultura californiana, y en simultáneo con la crisis del Mayo Francés, el entomólogo norteamericano Paul R. Ehrlich publicó un provocador ensayo titulado La bomba demográfica, obra que se convirtió en un best seller mundial de inmediato.
La crítica comenzó a asimilar la obra de Ehrlich con la de Malthus a partir del trágico panorama que describía desde el inicio mismo del texto. “La batalla para alimentar a toda la humanidad ha terminado. En la década de los 70 cientos de millones de personas morirán de hambre a pesar de los programas de choque que diseñemos. A estas alturas nada puede evitar un aumento sustancial de la tasa de mortalidad mundial”.
La “bomba” que Ehrlich no pudo pronosticar fue la producida por el superlativo aumento de las migraciones en la última década. Un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que en la actualidad el número de migrantes internacionales llegó a los 272 millones de personas, cifra que constituye un incremento de 51 millones de personas desde el año 2010. La proporción de migrantes respecto a la población total aumentó del 2,8% en 2000 al 3,5% en 2019, lo que viene a significar que en los últimos años el número de migrantes internacionales ha tenido un crecimiento más rápido que el de la población mundial.
Malthus no aplica en las pampas
Argentina pareciera, una vez más, vivir en el mundo del revés. No tendría que temerle a las profecías del escritor inglés ya que cuenta con poca población (45 millones) para su vasto territorio de 2.780.400 kilómetros cuadrados, que arroja una baja densidad de población de 16 habitantes por kilómetro cuadrado. Ni qué decir de sus riquezas naturales aptas para alimentar a su población.
Durante las últimas décadas hemos leído o escuchado a numerosos dirigentes políticos afirmar que gracias a sus recursos naturales la Argentina podría brindar alimentos a 400 millones de personas. Considerando que la población actual del país es de alrededor de 45 millones de habitantes, la tristemente mágica expresión de deseos indicaría que, a partir de la potencialidad económica nacional, no sólo se podría terminar con el hambre de toda la población que lo padece sino que, además, sería posible alimentar a casi 10 argentinas más.
Las cifras oficiales conocidas días atrás señalaron que durante la gestión de Mauricio Macri la pobreza en el supuesto país de los alimentos alcanzó el 35,4 por ciento de la población, afectando a 14,4 millones de personas, con el agravante que el 52,6% de los niños entre su nacimiento y los 14 años se encuentran dentro de la franja de pobreza.
De acuerdo a un informe publicado por el portal Chequeado, durante el gobierno de Raúl Alfonsín en mayo de 1989 (dos meses antes de dejar anticipadamente su puesto) la pobreza subió al 19,6% de los hogares y en octubre de 1989, apenas dos meses después de la asunción de Carlos Menem (PJ), el 38,3% de las viviendas estaba por debajo de la línea de la pobreza.
Durante el primer mandato de Carlos Menem en octubre de 1989 llegaba al 47,3% de la población, mientras que en mayo de 1995 (mes en el que se realizaron las elecciones en las que renovó su cargo) este número llegaba al 22,2 por ciento.
Con Fernando De la Rúa en la Casa Rosada la pobreza aumentó nuevamente y alcanzó en octubre de 2001 el 35,4%, meses antes de que renunciara en diciembre de ese año. En mayo de 2002, bajo el mandato de Eduardo Duhalde, la pobreza siguió aumentando y llegó al 49,7 por ciento.
En el gobierno de Nestor Kirchner alcanzó el 26,9% en total país en el segundo semestre de 2006, último período con datos antes de la intervención del INDEC en 2007.
Según estimaciones privadas, durante el total del mandato de Cristina Kirchner (2007-2015), la pobreza habría sido del 30% a principios de 2015 (los datos de finales de 2015 no se publicaron por la emergencia estadística del INDEC).
Plutarco, el famoso historiador griego que vivió entre 46 y el 120 de la era cristiana, sintetizó de forma contundente el riesgo de estas escandalosas cifras. “El desbalance entre los ricos y los pobres es la dolencia más vieja y fatal de todas las repúblicas”.
Esta es la verdadera bomba que tendrá que desactivar el gobierno que asuma el próximo de 10 de diciembre.