Joseph Brodsky (Iosif Brodski) nació el 24 de mayo de 1940 en Leningrado, hoy San Peterbursgo. En 1987 cuando empezaban a soplar con fuerza los aires de la glasnot y la perestroika obtuvo el Premio Nobel de Literatura.
Con una formación escolar deficiente influenciada por sus constantes problemas de conducta a lo largo de la adolescencia, Brodsky comenzó a escribir poemas en forma sistemática a partir de los 18 años. A pesar de todo, mantuvo una excelente relación con sus padres a lo largo de sus 55 años de vida. Según sus propias palabras, “se tomaban todo con naturalidad: el sistema, su impotencia, su pobreza, su díscolo hijo”. El régimen no le permitió regresar a Rusia para despedirse de su madre, fallecida en 1983.
Entre 1963 y 1965 un periódico oficial de Leningrado lo denunció por publicar textos “antisoviéticos y pornográficos”. Inmediatamente fue detenido y sometido a duros interrogatorios. En un proceso judicial fue acusado de “parasitismo social” y condenado a cinco de años de prisión que incluyeron la realización de trabajos forzados en una granja ubicada a 350 kilómetros de Leningrado. Durante los días de persecución política Brodsky comenzó una relación sentimental con la artista plástica Marianna Basmanova, y fruto de ella nació en 1967 su hijo Andrei.
Por la presión internacional de importantes artistas, Jean Paul Sartre y el compositor ruso Dmitri Shostakovich entre otros, se le conmutó la pena. Como sucede en estos casos, la ilegalidad de su detención le otorgó una rápida fama internacional. Algo similar había ocurrido en 1958 cuando el gobierno de Nikita Krushev obligó a Boris Pasternak a rechazar el Premio de Literatura. Lo amenazaron con negarle su ingreso al país si viajaba para recoger el galardón.
Treinta años después Mikhail Gorbachov autorizó la publicación de la obra magna de Pasternak, Doctor Zhivago, en la Unión Soviética. Finalmente, en 1989 su hijo pudo viajar a Oslo a recoger la distinción que su padre se había visto obligado a rechazar. La relación de Brodsky hacia Pasternak fue definida por el primero como teñida de muchos “semitonos personales”.
A principios de 1972 el régimen soviético encabezado por Leonid Brezhnev le hizo llegar al poeta un mensaje que no dejaba a lugar a dudas sobre su futuro personal: era recomendable abandonar el país porque el invierno sería “demasiado caliente”. El 4 de junio de ese año comenzaba su exilio. Años después recordaría el sentimiento que lo atravesó en ese momento decisivo de su vida: “Mantente como si no hubiera pasado nada de particular, caso contrario te encontrarás en el papel de víctima. Lo principal es no permitir comportarte como una víctima, incluso cuando en efecto lo eres”. Otro desgarro espiritual fue la negación de su ascendencia judía. Durante su infancia, como relatara en su artículo autobiográfico In a Room and a Half publicado en 1986, se negaba a escribir en las fichas de la biblioteca que era judío para poder retirar los libros de ella.
En 1977 Brodsky adquiere la ciudadanía estadounidense y comienza a dictar cátedras y conferencias en las universidades de Michigan, Columbia y Nueva York. Su obra lírica, de tono metafísico no ajeno a la parodia y el sarcasmo, muta en decenas de ensayos, artículos periodísticos, reseñas y centenares de cartas, que denotan una visión de la cultura global de la época, aunque escritos en un lenguaje llano y frontal, alejado del elitismo académico de los centros universitarios.
En el discurso de recepción del Premio Nobel en 1987, el poeta ruso expresó que “la manera de existir del arte consiste en generar una nueva realidad estética que hace más definida la realidad ética del hombre. Pues la estética es la madre de la ética”. Tanto en su obra lírica como en sus ensayos aparece un mensaje transversal marcado por una fuerte impronta de un estado de conciencia producido por agudos cortocircuitos mentales. Para él, “la política llena el vacío dejado en la cabeza y el corazón de las personas por el arte”.
En una conversación con el ensayista polaco Adam Michnik, Brodsky afirma que el ciudadano ruso “está acostumbrado a mirar su vida como si se tratara de un experimento, una prueba a la que se lo somete. La Providencia. Esto significa que la tarea principal de la cultura rusa y de la filosofía rusa se reduce a una cuestión muy simple: cómo justificar su existencia. A ser posible, en un plano metafísico, irracional”. Y agrega que, “generaciones enteras han crecido en un tiempo que ignoraba por completo la legalidad. Las ideas sobre la iniciativa propia se arrancaban de cuajo, ha desaparecido el instinto de actuar. Lo han castrado. Al igual que la voluntad del pueblo”.
Al poco tiempo de su llegada a los Estados Unidos durante la presidencia del demócrata Jimmy Carter, Brodsky encontró en la ensayista Susan Sontag un espejo en el que se reflejaba su concepción sobre la creación artística y el compromiso intelectual. Según ella el poeta ruso tenía “un carisma apabullante” y en persona era “imponente”. La escritora le dedicaría a su amigo su libro de ensayos Bajo el signo de saturno.
En 1990 Brodsky, de 48 años, se casó con María Sozzani, una joven estudiante italiana a quien conoció mientras impartía un curso en París. En 1993 la pareja daría a luz a una niña llamada Anna. En la noche del 27 de enero de 1996 el escritor nacido en 1940 en Leningrado, murió de un infarto a los 55 años en su domicilio de Nueva York, donde fue enterrado en primera instancia. Al año siguiente, de acuerdo a su propia voluntad, su cadáver fue enterrado definitivamente en el cementerio veneciano de San Michelle. El gran poeta ruso le había dedicado a la ciudad italiana que visitó durante 17 años seguidos un ensayo titulado La marca de agua.