El secretario general del Consejo Nacional de Seguridad de Rusia, Nikolai Platonovich Patrushev, es el funcionario político más cercano al presidente de Rusia, Vladimir Putin. Este ingeniero de 71 años que entre 1999 y 2008 dirigió el Servicio de Inteligencia (FSB), sucesor de la centenaria KGB, acaba de brindar una extensa entrevista al periódico oficial Rossíiskaya Gazeta, medio de prensa que también publica los decretos, resoluciones y documentos del Kremlin.
En este reportaje ignorado por los grandes medios internacionales, el funcionario que sucedió a Putin al frente de la inteligencia de su país a finales del milenio hace pública su visión en materia de geopolítica y de economía, impregnada de una fuerte crítica revisionista sobre el rol desarrollado por los Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial en mayo de 1945. Es muy consciente de la proximidad de un nuevo aniversario de la derrota alemana y quiere restaurar el espíritu nacionalista en la población rusa.
Patrushev, cuyo hijo Dmitry es ministro de Agricultura de su país desde 2018, acusa a los Estados de Unidos de haber apoyado a Adolf Hitler en su camino hacia el poder. Así lo dice: “En la década de 1930, Occidente no solo no negó, sino que contribuyó activamente a la formación y crecimiento del poder del fascismo en Alemania. Todo el mundo sabe, por ejemplo, el caso de IBM. Fue en sus máquinas calculadoras que los nazis llevaron registros y planificaron los procesos de exterminio de personas en los campos de concentración”. Agrega, en este sentido, que como en su momento la Unión Soviética detuvo las ambiciones imperiales de Alemania, su país no permitirá que los actuales seguidores de Hitler intenten avanzar contra los pueblos eslavos.
Sobre la situación derivada de la invasión rusa a Ucrania pronostica que “el resultado de la política de Occidente y el régimen de Kiev bajo su control solo puede ser la desintegración de Ucrania en varios estados”. Y vuelve a criticar el espíritu norteamericano señalando no creer que “la vida de los ucranianos sea motivo de preocupación para Estados Unidos, que ha demostrado repetidamente su naturaleza agresiva y antihumana”.
Tampoco ahorra definiciones críticas contra la Unión Europea, a quien acusa de someterse a las políticas estadounidenses para favorecer los objetivos estratégicos de la OTAN. Sostiene que “Washington y Bruselas no ocultan el hecho de que sus sanciones tienen como objetivo el empobrecimiento tanto material como espiritual de los rusos. Destruir nuestra educación al imponernos los llamados modelos progresistas de educación es para los occidentales una tarea tan estratégica como, por ejemplo, acercar la OTAN a nuestras fronteras”.
Con relación a la disolución de la Unión Soviética tras la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989, Patrushev realiza una interpretación histórica hasta desconocida. Sostiene que su país fue el primero en apoyar la unificación de Alemania en esos convulsionados días. “Nuestro país históricamente ha desempeñado un papel especial en la configuración no solo del clima geopolítico sino también moral en el mundo”.
A pocos meses de cumplirse seis décadas de la llamada Crisis de los Misiles, tal vez sea oportuno que Patrushev y los líderes de la OTAN releyeran con realismo y humildad lo afirmado por el Premio Nobel de Literatura de 1990, el académico y diplomático mexicano Octavio Paz. “La crisis del comunismo es, en primer lugar, una crisis del imperio ruso, que no pudo transformarse en una sociedad moderna. La segunda razón de la crisis es que el sistema socialista autoritario no pudo soportar la competencia con Occidente. Pero el peligro es la resurrección de las nacionalidades en el continente con más alto índice de belicosidad del mundo: Europa”.
En materia económica el hombre fuerte del Kremlin acusa a los Estados Unidos de estar detrás de la debacle económica de Rusia esgrimiendo una novedosa hipótesis financiera, que así relata: “Al tratar de respaldar su economía en un estado constante anterior a la crisis, Estados Unidos está bombeando activamente a sus bancos, empresas y población con dinero garantizado por obligaciones gubernamentales. El resultado fueron altas tasas de inflación en América y Europa, y la deuda externa de Estados Unidos superó los 30 billones de dólares. Y por alguna razón, los estadounidenses están discutiendo un posible incumplimiento por parte de Rusia. Es hora de que entren en default”. El pasado 31 de marzo Putin ordenó que las exportaciones de gas a Europa se paguen en rublos, y no en euros o dólares, como establece la gran mayoría de los contratos.
Patrushev sugiere que “para superar las consecuencias negativas y el nuevo enriquecimiento, Estados Unidos quiere resolver sus problemas a expensas de los países del resto del mundo, por cierto, principalmente de Europa”. Es notable que a lo largo de la extensa entrevista Patrushev no menciona a China ni tampoco su creciente influencia en la economía global.
En este orden de ideas manifiesta que un grupo de expertos están trabajando para fortalecer al rublo a partir de un proyecto propuesto por la comunidad científica para crear un sistema monetario y financiero de doble circuito. Señala que en particular se propone determinar el valor del rublo, el cual “debe estar respaldado tanto por oro como por un grupo de bienes que son valores monetarios, para alinear el tipo de cambio del rublo con la paridad del poder adquisitivo real”.
Por último, el exjefe de la inteligencia rusa afirma que su país tendrá que ampliar la gama de productos domésticos de alta tecnología con el objetivo primario de que la ciencia rusa se convierta en la principal fuerza productiva de su país. Sabe que Rusia ha quedado atrasada en esta materia. De acuerdo al White Paper publicado por el portal RoamResearch en 2018, en los Estados Unidos se publican diariamente 2.700 libros y se escriben 6850 artículos científicos. A ello hay que agregarle que cada día se producen en el mundo 2,5 quintillones de bytes de información. Una cifra similar a la que se produjo dos décadas atrás en todo un año.
A su vez, Adnan Mehonic y Tony Kenyon, académicos ingleses de la University College de Londres (UCL) especializados en tecnologías nanoeléctricas, publicaron el año pasado un artículo en la revista científica Nature señalando que China estableció un Laboratorio Nacional Chino de Ciencias de la Información Cuántica de miles de millones de dólares. Estados Unidos, por su parte, encargó en 2018 una Visión General Estratégica Nacional para la Ciencia de la Información Cuántica, que dio lugar a una inversión de 1200 millones de dólares a cinco años, además de respaldar una serie de centros nacionales de investigación cuántica. En tanto, el gobierno británico ha comprometido hasta ahora alrededor de mil millones de Libras para una variedad de iniciativas cuánticas, en gran parte bajo el paraguas del Programa Nacional de Tecnologías Cuánticas.
En su notable ensayo publicado en 1996 bajo el título “Democracia con adjetivos”, los académicos norteamericanos David Collier y Steven Levitsky lograron constatar 550 subtipos de democracia. La Rusia de Putin no encuadra aún en ninguno de ellos. Es difícil que lo haga antes del año 2036, plazo que se autoimpusiera el dictador como límite a su mandato presidencial. El poeta y dramaturgo Bertolt Brecht dijo: “Cuando en el lugar no deseado hay algo, tenemos el desorden. Cuando en el lugar deseado no hay nada, tenemos el orden”. Algo es seguro; el final de la sangrienta invasión a Ucrania ordenada por Vladimir Putin sólo dejara desorden y pobreza en su país.