Los gurúes y especialistas en marketing corporativo sostienen que la reputación puede ser verificable empíricamente y, a su vez, mensurable; en tanto que la imagen tiende a ser un concepto binario, o es buena o es mala. Estas premisas básicas para cualquier estudiante de comunicación y marketing conforman, en mi opinión, el núcleo decisorio que llevó al emir qatarí Tamim bin Hamad Al Zani, director del fondo soberano de inversión Qatar Investment Authority (QIA), a decidir la incorporación de Lionel Messi a las filas del Paris Saint Germain (PSG).
Entre 2011 y 2012 Qatar Sports Investment, una subsidiaria del QIA, se hizo de la propiedad del club francés con un desembolso de capital que superó los 50 millones de euros, y asumió, además, el compromiso de financiar una deuda que por entonces rondaba los 20 millones de euros. Cinco años después el PSG pagaría al Barcelona 257 millones de euros por el astro brasileño Neymar.
Qatar es un país que cuenta con una población cercana a los tres millones de habitantes, de los cuales el 75 por ciento son hombres. Fue un protectorado británico entre 1916 y 1971, año en que declaró su independencia y su ingreso a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Está organizado políticamente como un emirato, y su gobierno es ejercido por un Consejo de Ministros encabezado por un premier. En 2005 fue reformada la Constitución, y el territorio quedó organizado en ocho municipios. Doha, con una población cercana a los dos millones y medio de habitantes, es la ciudad capital del país, que cuenta con una gran mayoría religiosa musulmana.
Qatar es poseedora de una de las mayores reservas mundiales de gas natural licuado (GNL), recurso que exporta a todo el mundo y supone más del 80 por ciento de sus ingresos públicos. Los activos financieros del Qatar Investment Authority rondan los 400 mil millones de dólares, convirtiendo a la renta per cápita del emirato en una de las más altas del mundo. Desde el año 2018 el chairman de QIA es el Emir Mohammed bin Abdulrahman Al-Thani, un economista de 40 años, quien además es el ministro de Relaciones Exteriores del país desde enero de 2016.
En octubre de 2018 tuvo lugar la tercera visita a nuestro país de un jefe de Estado de Qatar. Previamente, el actual Emir había realizado una visita oficial en 2016. En tanto su padre, el entonces Emir Jeque Hamad Bin Khalifa Al Thani, mantuvo un encuentro oficial en 2010 con la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
La operación financiera de mayor impacto geopolítico realizada por el fondo soberano qatarí tuvo lugar en diciembre de 2016 cuando su directorio aprobó una inversión millonaria en la compañía petrolera rusa Rosneft. Hamad Rashid Al-Mohannadi es desde 2019 el representante de Qatar en el directorio de la compañía rusa, cuyo chairman es el ex premier alemán Gerhard Schroeder. El management superior de Rosneft también está integrado por Bernard Looney, CEO de British Petroleum (BP), que detenta el 19,75 por ciento del capital accionario de Rosneft.
En Inglaterra, por su parte, el Manchester City es propiedad del holding empresario Abu Dhabi United Group, perteneciente al jeque Mansour bin Zayed Al Nahayan, de la familia real del emirato de Abu Dabi.
RUSIA Y QATAR PROTAGONISTAS DEL FIFAGATE
En 2010 la FIFA presidida por Joseph Blatter le otorgó a Qatar la organización del Campeonato Mundial de Fútbol para su edición del año 2022. Un año antes el Emir Hamad bin Khalifa Al-Thani había sido el encargado de presentar la candidatura de su país.
Históricamente, el ejecutivo más influyente de Qatar en la FIFA había sido Mohamed bin Hammam, presidente de la Asociación de Fútbol de su país durante la década del ´90, y propietario de una de las empresas constructoras más importantes de Doha. En 1998 fue el principal apoyo de Joseph Blatter para ser elegido presidente de la FIFA tras el alejamiento del brasileño Joao Havelange. Entre 2002 y 2011 Bin Hammam se desempeñó como el máximo ejecutivo de la Confederación Asiática de Fútbol, pero finalmente en 2012 debió renunciar a ese puesto tras una investigación interna realizada por la propia FIFA.
Fue acusado de “reiteradas violaciones” al Código de Etica del organismo internacional de ese deporte. A principios de 2020 la justicia federal de los Estados Unidos hizo pública su investigación sobre cinco de las máximas autoridades de la FIFA vinculadas a la votación que derivó en la elección de Rusia y Qatar como anfitriones de los mundiales de 2018 y 2022.
En un comunicado oficial el Departamento de Justicia de los Estados Unidos acusó formalmente a Jack Warner, exvicepresidente de la FIFA y expresidente de la CONCACAF, de haber recibido 5 millones de dólares para votar a favor de Rusia y Qatar. Como consecuencia de esto fue suspendido de por vida para ocupar cargos oficiales vinculados al fútbol.
Asimismo, la justicia estadounidense acusó al fallecido Nicolás Leoz, ex presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL), y a Ricardo Teixeira, ex presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol. “Se les ofreció y recibieron pagos en forma de soborno a cambio de sus votos a favor de que Qatar acogiese la Copa del Mundo de 2022”, afirmaron los fiscales.
Un personaje central de la trama conocida como FIFA GATE resultó ser el denominado “Co-Conspirador #1”. La documentación oficial refiere que, “en varios pasajes relevantes para esta acusación, el Co-Conspirador #1 era un ejecutivo de alto rango de la FIFA, la Conmebol y la AFA, la Asociación del Fútbol Argentino, miembro de la FIFA y de la Conmebol”. Los principales medios de prensa internacionales publicaron que esa detallada descripción hacía referencia a Julio Grondona, extesorero y principal vicepresidente de la FIFA, que presidió la Asociación del Fútbol Argentino entre el 6 de abril 1979 y el 30 de julio, día de su fallecimiento a los 82 años.
En las últimas semanas, Hassan Al Thawadi, secretario general del Comité Supremo responsable de la coordinación de los proyectos de infraestructura para la Copa Mundial del año próximo, estimó que el evento internacional producirá un movimiento financiero cercano a los 20 mil millones de dólares. Una gran apuesta para reperfilar la reputación y la imagen de un país que en los últimos años ha recibido fuertes acusaciones de supuestos vínculos con grupos terroristas, y además, de graves violaciones a los derechos humanos.
La administración de Joe Biden sigue de cerca los movimientos diplomáticos de Qatar especialmente por su influencia en materia energética. Días atrás el secretario de Estado, Antony Blinken, se reunió con el viceprimer ministro y ministro de Relaciones Exteriores de Qatar, Mohammed bin Abdulrahman al Thani, para discutir las crisis que afectan a Afganistán, Yemen y Líbano. En este sentido, el gobierno de Israel mantiene abiertas sus sospechas por los supuestos vínculos de los servicios de inteligencia qataríes con el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de la República Islámica de Irán, y con los dirigentes talibanes más radicalizados que retomaron el poder en Afganistán.
Este es el contexto político que rodea la llegada de Lionel Messi al club francés. Sería deseable que, frente a los centenares de millones en danza, el fútbol como juego competitivo no quede en offside. Y que los dirigentes que lo gerencian, tanto a nivel local como global, no pierdan de vista que la mayoría de los clubes de los países subdesarrollados, productores de la materia prima básica para este deporte, mantienen desde hace varios años una pesada hipoteca financiera de difícil resolución en el corto plazo.