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¿Tolerar la cancelación o cancelar la intolerancia? (Publicado en Infobae, 25/12/2020)

21.01.2021 - Cultura

Termina un año, el peor de las últimas décadas. Al margen de la pandemia y sus millones de víctimas podríamos bautizar al 2020 como el año de la cancelación. En efecto, el sustantivo y las conjugaciones de cancelar en todos sus tiempos verbales denotan y connotan los límites (siempre grises y maleables) de la convivencia social. Es indudable que en los últimos años la realidad económica es un caldo de cultivo para justificar o descalificar a importantes teorías políticas y sociológicas.

Hay mucha gente que cara a cara no puede sostener lo que escribe en las redes sociales. Tal vez por falta de apertura mental hacia lo diferente. En este sentido, el terreno de lo desconocido, sea de naturaleza material o espiritual, es una cartografía peligrosa para las personas autoritarias que ven gran parte de la realidad caracterizada por un relativismo anclado en su zona de confort. No hace falta aclarar que se avanza en la búsqueda de lo nuevo. Lo viejo enseña únicamente a no repetir errores, no a solucionarlos.

Los motivos y los tiempos de la cancelación podrían dar lugar a varias teorías. Queda claro que la acción de cancelar se aplica tanto a un acto del pasado como así también a prevenir una conducta futura. La prevención del “por las dudas” llevaría a una sociedad a hipotecar su progreso. Paradójicamente la tendencia actual muestra a vastos sectores progresistas como abanderados de las conductas cancelatorias mas radicales. La física y el diccionario no enunciaron aún cómo se puede avanzar retrocediendo.

Siguiendo lo postulado por el filósofo Karl Popper en su ensayo más famoso “La sociedad abierta y sus enemigos”, resultaría apropiado reclamar en nombre de la tolerancia el derecho a no tolerar la intolerancia. No es fácil definir con justicia actitudes con palabras; tampoco lo es formular opiniones desapasionadas sobre hechos injustificados. Una vez más aparece el relativismo mostrando sus cambiantes y renovadas cepas autoritarias. No hay vacuna ni tapabocas para la intolerancia que no afecte algún grado de la libertad en todas sus manifestaciones.

A lo largo de la historia de la humanidad la guerra entre la libertad y el autoritarismo tuvo (y tiene aún hoy en día) numerosas batallas. Ojalá que la República Argentina del próximo año no sea un escenario más a nivel global para saber quién es el triunfador. A los perdedores los vemos crecer mes a mes, desde hace décadas, en los índices socioeconómicos que resultan cada vez más intolerantes para la mayoría de la población. Llegó la hora de que un gobierno basado en la justicia social cancele de una vez y para siempre el hambre y la extrema pobreza. De lo contrario abundarán las teorías sobre la inutilidad de la democracia como factor de progreso humano.


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