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¿Hacia una nueva Guerra Fría?

01.09.2017 - Internacionales

La figura del pensador (no le gustaba que lo llamaran “Teólogo”) norteamericano Reinhold Niebuhr atraviesa casi un siglo de la historia de su país, y su influencia hasta hoy puede resumirse de esta manera: fue el filósofo preferido del expresidente Barack Obama; defensor de las políticas del expresidente John Kennedy (aunque lo criticaba por su vida personal) y un referente intelectual del también expresidente demócrata, Jimmy Carter. Y por estos días ha trascendido que su doctrina espiritual caló hondo en la formación académica del exdirector del FBI, James Comey, quien fuera echado de ese puesto en mayo de este año por el presidente Donald Trump a partir de una recomendación del Procurador General, Jeff Sessions.

En los comienzos de su primer mandato Barack Obama afirmó recordar siempre, a partir de Niebuhr, "la idea irrefutable de que existe el mal verdadero, el cansancio y el dolor en el mundo. Deberíamos ser humildes y modestos en nuestra creencia respecto a poder eliminar estas cosas. Pero no deberíamos utilizarlo como excusa para el cinismo y la inactividad".

Niebuhr nació en el estado de Missouri en el año 1892. Hijo de un pastor evangelista luterano alemán que, al igual que a su hermano menor Helmutt (futuro teólogo como él), los obligaba a hablar su idioma durante su infancia. Realizó sus estudios en dos instituciones luteranas, Elmhurst College y Eden Theological Seminary, finalizándolos en la Divinity School de la Universidad de Yale. 

En 1915 se hizo cargo del pastorado de la Iglesia Evangélica Bethel de Detroit, Michigan. Esos meses fueron fundamentales en la matriz de su concepción intelectual reflejada en su obra más conocida,  “El hombre moral en la sociedad inmoral”. En este ensayo, surgido de las observaciones personales de Niebuhr en las relaciones humanas que se establecían en las pujantes fábricas industriales norteamericanas, el autor afirmaba que “debe trazarse una aguda distinción entre la conducta social y moral de los individuos y las de los grupos sociales, nacionales, raciales y económicos; y que esta distinción justifica y hace necesarias normas políticas que una ética puramente individualista debe siempre encontrar embarazosas.” 

A mediados del siglo XX, en materia de política internacional, las posturas de Niebuhr se reflejaban frente a las de un contemporáneo suyo, Hans Morgenthau, abogado y politólogo alemán, egresado de las universidades de Frankfort, Munich y Berlin. Exiliado de Alemania en 1934 debido al ascenso del Nacionalsocialismo, Morgenthau llegó a Estados Unidos en 1943 y desarrolló una importante carrera académica en la Universidad de Chicago, donde fue considerado como el precursor del realismo político en asuntos internacionales.

Por su parte, George Kennan, ideólogo y estratega del diseño de la política de contención de la Unión Soviética en la década del ´50, consideraba a Niebuhr como el faro intelectual de los partidarios de la doctrina del realismo político.

La postura doctrinaria de Niebuhr se conoció como “realismo cristiano”, y fue corriéndose de izquierda (cuando en los años del New Deal simpatizaba con algunas tesis marxistas) a derecha, tras el fin de la Segunda Guerra, momento en que empezó a desarrollar tareas de asesoramiento político en el Departamento de Estado junto al historiador (y amigo personal de los hermanos Kennedy) Arthur Schlesinger Jr.

Los pensadores emergentes de la llamada “Contracultura” y los teóricos de la Nueva Izquierda no le perdonaron a Niebuhr su giro ideológico y lanzaron decenas de panfletos universitarios acusándolo de ser funcional a los intereses del establishment militar.

Schlesinger sostuvo que “los Padres Fundadores vieron a la república americana no como una consagración divina, sino como la prueba de una hipótesis frente a la historia.”

Pero la historia de las ideas no siempre es consecuente en los hechos con la ideología de los hombres que las postulan. Veamos, entonces, a qué pensadores podría recurrir hoy la administración republicana para justificar su actitud frente a su principal vecino.

Karl Marx defendió a Estados Unidos en la guerra mexicana, y preguntó si “era un infortunio tan grande que la gloriosa California fuese arrancada por los perezosos mexicanos que no sabían qué hacer con ella.”

Y también Engels afirmó que “en interés de su propio desarrollo, Mexico debe ser colocado bajo la tutela de los Estados Unidos.”

Ya lo dijeron con maestría Graham Greene y Paul Valery: “Los historiadores son personas que se interesan por el futuro cuando éste ya es pasado”. Y “la historia es la ciencia de lo que nunca sucede dos veces”.


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